En los troncos de los abedules, frecuentemente se desarrolla el hongo parasitario chaga (Inonotus obliquus (Pers.) Pilat., forma sterilis), también conocido como polyporus inclinado. Este hongo pertenece a los basidiomicetos.
Las esporas, dispersadas en el aire, caen en áreas dañadas de la corteza del árbol (ramas rotas, daños por heladas, etc.) y comienzan a germinar, formando micelio. Los filamentos del micelio penetran en la madera, destruyéndola gradualmente y causando podredumbre blanca del corazón. En los lugares iniciales de penetración de las esporas, los hifas del hongo desarrollan crecimientos negros llamados chaga. Estos crecimientos se expanden durante 10–15 años, alcanzando tamaños considerables y pesos de 3–5 kg o más. Estas formaciones representan el micelio estéril del hongo, mientras que el cuerpo fructífero que produce basidiosporas se desarrolla bajo la corteza y permanece oculto.

El chaga se recolecta en los bosques de abedules viejos en crecimiento o en árboles talados en áreas de tala. El hongo no se desarrolla en abedules jóvenes. En madera muerta o caída, el chaga se descompone y crecen otros hongos no medicinales en su lugar. En la base de los abedules viejos, se pueden encontrar crecimientos de chaga descompuestos, quebradizos y completamente negros, que no son adecuados para la recolección.
El chaga se puede recolectar durante todo el año, pero es más fácil localizarlo durante la temporada sin hojas, de otoño a primavera. Los crecimientos en el árbol tienen formas redondas, alargadas u ovaladas, y a veces aparecen como formaciones estrechas y largas a lo largo de grietas, de hasta 1–1.5 m de longitud. Los crecimientos son densos y, al cortarlos, muestran tres capas:
La capa exterior: negra, nodosa y agrietada.
La capa media: muy densa, marrón y granular en fractura, formando la mayor parte del chaga.
La capa interior: suelta, que se extiende hacia la madera.
Los crecimientos se cortan con un hacha a lo largo del tronco, y se elimina la parte interior suelta, que no es adecuada para la recolección, junto con los trozos adheridos de corteza y madera. El chaga recolectado se corta en piezas de 3–6 cm y se seca al aire o a una temperatura no superior a 50–60°C.
El chaga no contiene alcaloides ni glucósidos. Su actividad se atribuye a una fracción pigmentaria soluble en agua que contiene un complejo de polifenol-carbono cromogénico (20%) que forma soluciones acuosas coloidales. El contenido de cenizas es del 12,3%, rico en manganeso, que podría contribuir a sus efectos terapéuticos activando enzimas. El chaga también contiene resina (no completamente estudiada), ácido agaricínico y otras sustancias.
El chaga se consume internamente como un extracto semiespeso con sales de cobalto añadidas (Befungin). Se prescribe como remedio sintomático para tumores malignos de diversas localizaciones cuando la cirugía o la radioterapia no son posibles. El chaga mejora el bienestar de los pacientes y también se recomienda para trastornos gastrointestinales.
El extracto, diluido en agua hervida, se toma a razón de 3,5 g por día. Una infusión casera se puede preparar de la siguiente manera: el chaga fresco se lava y ralla. El chaga seco se ablanda remojándolo en agua fría hervida durante 4 horas y luego se ralla. Una parte de chaga rallado se combina con 5 partes de agua hervida a 40–50°C (no más) y se deja reposar durante 48 horas. Luego se cuela el líquido, se exprime el residuo y se añade el agua utilizada para el remojo. Esta infusión se puede almacenar en un lugar frío durante 4 días. Se consume en tres vasos al día, divididos en varias dosis, media hora antes de las comidas.